martes, 30 de agosto de 2016

Duele la memoria


Tengo un nudo en la garganta. Llevo días dando muchas vueltas a conceptos como identidad, militancia, memoria. He estado leyendo sobre las historias y las luchas de Juan, Wado y otros hijos e hijas a los que el terrorismo de Estado arrebató sus padres, su historia y su identidad, en la Argentina del llamado “Proceso de Reorganización Nacional” y en la América Latina del Plan Cóndor. Y me ha estremecido, verdaderamente. Hacía tiempo que no leía unas páginas que consiguieran conmoverme tanto. Uno aprende a revalorizar la vida y los derechos que hoy disfrutamos, pero que ayer se conquistaron. Reflexión.

Hace un año aproximadamente tuve la suerte de cumplir unos de mis sueños y viajar a Buenos Aires. El momento de mayor impacto emocional para mí fue visitar la antigua ESMA (Escuela Superior de Mecánica de la Armada). Este espacio fue convertido en un centro de detención ilegal y tortura durante la dictadura argentina y hoy es un centro de referencia para la memoria y los Derechos Humanos. Recuerdo el sabor amargo, la rabia y la indignación que recorre el cuerpo al visitar la "capucha" (zona alta de celdas), el sótano donde se interrogaba y torturaba o el aparcamiento desde donde partían los vehículos con los detenidos y las detenidas que eran lanzados desde un avión al mar o al río en los tristemente famosos “vuelos de la muerte”. Lágrimas en los ojos. Rabia.

Nunca me gustó ser inconsciente o indolente ante el dolor y el sufrimiento, me considero empático y sensible. Tuve la suerte de poder crecer junto a unos padres que me enseñaron valores tan ricos como la solidaridad o el compromiso social. Sin duda, las mamás y los papás de Juan o de Wado también lograron transmitir grandes ejemplos de vida, a pesar del terror y la sinrazón que los persiguió. En la actualidad, después de una larga lucha, Juan, Wado y tantos otros hijos e hijas de los 30.000 desaparecidos/as conocen su historia y su identidad y siguen clamando, junto a las abuelas de pañuelos blancos, por la verdad y la justicia. Memoria.

Hoy es el Día Internacional de las Desaparecidas y los Desaparecidos y aún sigo con un nudo en la garganta. La exESMA y el Olimpo en Buenos Aires, el Estadio Nacional en Santiago, el cuartel de Los Cabitos en Ayacucho o los sótanos de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid, lugares de ignominia para la humanidad.

La democracia requiere identidad y memoria para no quedar hueca y vacía. Necesita relatos, hitos, lugares de memoria, necesita anclajes. Y los espacios que ayer representaron el terror y la barbarie deben servir ahora para recordar y no olvidar, para impulsar la memoria, la justicia y los Derechos Humanos.

Hoy, en Argentina, Chile, Perú o España los sistemas democráticos mantienen grandes deudas con las desaparecidas y los desaparecidos que descansan en el mar, en las fosas comunes o en los lugares donde se extiende todavía el tupido manto del silencio y el olvido. Muchas vidas robadas, que con su militancia sembraron rebeldía, dignidad y democracia. Nunca más una democracia con impunidad, nunca más una democracia sin memoria.

Alberto Hidalgo Hermoso